Juanita la Pastelera
Lectura para el área de educación para el trabajo.
Emprendimiento
En el caserío de La
Venta una señora que se llamaba Juanita, la cual se dedicaba a cuidar a sus
hijos; además de ayudar a su esposo Luciano
en la parcela que en la reforma agraria le había dado, porque la tierra
era del que trabaja.
Esta familia se mantenía de lo que sacaban de la cosecha,
de pallar, algodón, sandia. Muchas veces pasaban hambre y necesidades porque no
había agua para regar las tierras, y en algunas ocasiones lo único que podían
hacer era rezar para que Dios les mandara un año bueno de agua.
Liset, la hija mayor, iba a cumplir sus 15 años. Ella
soñaba celebrarlos con una torta enorme de quince pisos y poder invitar todos
sus amigos a celebrar, pero con el año malo, Doña Juanita apenas pudo ahorrar
algunos soles.
A pesar de ello, decidió buscar la manera de cómo
celebrarle los 15 años a su hija. Con mucha prisa se dirigió al pueblo más
cercano a averiguar los precios y a ver qué podía hacer. Preguntó y le dijeron
que había una señora en Santiago que hacía tortas y bocaditos riquísimos. No le habían terminado de decir, cuando se
encamino a la casa de la famosa pastelera. Al llegar ahí, le explicó a la
señora que su hija cumplía 15 años y que le quería comprar una torta y
bocaditos. La pastelera muy amablemente le explicó a Doña Juanita los precios
por Kilo y cubierta de torta, igual que los bocaditos dulces y saldos.
Doña Juanita se dio cuenta que era imposible cumplir el
sueño a su hija comprándole la torta pero se dijo a sí misma, “a lo mejor la
puedo hacer yo”. Su valentía y audacia conmovió el corazón de la pastelera, la
cual sin dudar le empezó a enumerar todos los ingredientes que necesitaba para
hacer una torta de quince pisos. Doña Juanita no tenía ni papel ni lápiz para
anotar la lista así que puso mucho cuidado en cada paso e ingredientes
necesarios.
Entonces, para que no se le olvidaran los ingredientes,
Doña Juanita todo el camino a pie, fue cantándolos, “la, la, la, quince kilos de
harina preparada, diez docenas de huevos, 6 kilos de mantequilla sin sal, polvo de hornear, vainilla, leche, pasas,
etc.”, hasta llegar a su casa.
Al llegar a su casa, de inmediato buscó papel y lápiz
para escribir todos los ingredientes que le había dicho la pastelera y la
manera que tenía que hacerlo.
Doña Juanita empezó a hacer la tan deseada torta, más que
con sus manos, con el corazón y el anhelo de poder ofrecer a su hija lo que ni
ella misma pudo tener. Después de muchas horas, zas, la torta estaba lista ante
el asombro de su familia que más que un regalo le parecía un verdadero milagro.
Se animo y pudo hacer bocaditos dulces y salados como le había explicado doña
Panchita la pastelera.
Entonces su hija se pudo dar el gusto y cumplir el sueño
de realizar la fiesta.
Y aunque Doña Juanita tenía miedo del sabor de la torta
que tanto esfuerzo le había costado, uno a uno repasaba en su mente si todo lo
había hecho como le había dicho Panchita.
La gran satisfacción que se llevó la nueva pastelera es
que a todos los invitados les encantó la torta y bocaditos que ella había
hecho. Doña Juanita a pesar de toda la humildad que la caracterizaba no podía
ocultar su orgullo por su valiente labor.
Toda esa experiencia a Doña Juanita le sirvió para
lanzarse a probar si sus tortas y bocaditos podrían servirle para tener un
negocio y mejorar un poco su vida y la de su familia. Hizo una de torta y algunos pasteles, y la mandó a
vender a su hija.
A pesar que se dio cuenta que no le quedó tan buena como
la primera, agradeció a sus vecinos y amigos porque vendió todo y logró alguna ganancia.
A pesar de sus 50 años, Doña Juanita tenía muchísimas
ganas de aprender.
En ese tiempo, a su comunidad llegó la oportunidad de
estudiar un curso, el único curso que
había cupo era para Repostería. Doña Juanita con lo poco que había aprendido en
la aventura de su torta y pasteles, logró sobresalir como la mejor alumna del
curso.
Su examen final fue hacer una torta de chocolate y con
orgullo cuenta que el profesor la puso de ejemplo para las demás alumnas.
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